Una sombra
Una sombra,
Luego el llanto.
Yo, que harto de andar,
Cierro los ojos,
Percibo el extraño
Ocurrir de tu presencia,
Criatura de la vida
Sin un pan debajo’l brazo,
Andando descalzo.
Lo que mata no alimenta
Lo que alimenta no abunda
Lo que abunda no lo tengo
Lo que tengo no te lo doy.
Calco las suelas
A cada paso.
Yo, que harto de andar,
Cierro los ojos,
Percibo el extraño
Dolor del camino,
Sendero interminable,
Sin el consuelo e’la parca
Ansío descanso.
Lo que duele encarcela
Lo que encarcela envejece
Lo que envejece detesto
Lo que detesto eres tú.
Pide sin pausa,
Tu voz menuda.
Yo, que harto de andar,
Vuelvo el rostro,
Sordo, a tus manos
Suplicantes, hallo
En ellas, razón
Inexplicable, dejarte
Sin consuelo e’nadie
Doña de cascabel
Presa ignota del olvido
Frasea historias de ciertas
Adoradas bestias
Todas bien amamantadas
Que tejieron su regazo
De tricotas y bufandas.
Afuera el frío helaba
Los malvones del patio
De portlan y barro,
Camino de chapa,
Al rancho corrían
Sus hijos, jugando.
Con pequeñas manos de nuez
Atenaza del carro las varas,
Celosa de perder el fruto
Que los restos de otros
Desperdiciaron en su ronda
Turbada, de animal noctámbulo.
Una mosca prendida a la arruga,
En su frente, un pensamiento hundido
Entre las bolsas de basura,
Y un perro faldero, de su
Falda de invierno que arrastra
La hilacha del verano colgando.
Antes tenía en casa
Zapatos de niño puestos al sol,
Pañales y juguetes rotos regalados.
Hoy bajo el puente, el perro
Una olla y a tientas un baso
Haciendo equilibrio en un terraplén.
Lleva en el carro una bolsa de nylon
Techo y paraguas, alfombra, colcha y mantel.
Ciega se enfrenta al farol de los autos
Que escupen bocinazos, callejeros,
El perro y la doña sin dientes,
Les responden con la cola y un cascabel.
Entre piso 4
Cuando saco la moneda
Pienso en mi mano.
El justo bocado
Dolorosa sensación de humanidad
Figurines recortados al sol
Con la sangre brotándoles de las manos,
¡Señores! ¡Eso que mataron no era un cerdo!
Un cigarrillo hastiado en la boca,
Los veo, me oculto y
Exhalan un olor envejecido
En los fondillos del pantalón.
Los oigo obedecer y organizarse
Se mueven en la penumbra, veloces cucarachas
Entre la roña, es casa de los ricos
Y hay basura para repartir.
Están transidos de empedrado y barro
Se pican los dientes ¡Cordero de Dios!
¿Los señores terminaron de comer?
Se limpian las patas en el fango.
En la estúpida realidad de miopes
Ya ciego, pero al sol todavía,
Los pierdo de vista, como fantasmas,
Se desfiguran y los figuro ¡Gigantes!
Y se sientan a la mesa
Y comparten el mismo pan
Y predican el orden
E instauran dolorosa paz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario