La hebra en el laberinto vagabundo.
El viento helado en el pecho,
Nubes negras en la cabeza,
Tieso, parece sostener con la mirada
Una pincelada gris del cielo
E infinitos monstruos de concreto.
No hay ciudad que nos salve del rayo
Ni gentío que libere de la infinita llanura desierta
Cuando cae la tarde, cuando se forma la tormenta.
Es una línea oscura, o la ausencia de su voz,
Entre las líneas, o en la voz, de la lluvia
Que pisa desparejas veredas rotas,
Moja a niños, a perros sueltos,
A este montón de trapos sucios, de pelo revuelto.
Sólo el hombre sabe de la soledad
Se aflige por ella, la busca y la desprecia
Como un amante infiel pendiente de su felicidad.
Este bulto que entorpece el paso,
Y que huele mal, como maldice la señora bien,
Es un rumor de sangre que se queja
Y se baña de lluvia en la tarde de bocinazos,
De zapatos mojados que se apuran a cruzar.
El brillo de la última luz de la tarde,
O el consuelo del sol, roza inútil
La cara partida, la piel reseca.
Esta cara desconocida es un rostro sin dientes
Y con la mirada perdida, evocación de malos sueños,
Tristes, eternas pesadillas para débiles,
Urdidas por los que indiferentes cruzan la Avenida Alvear
Arremolinados en rumbos limpios.
Lo veo, lo dejo atrás, creo que no está,
Igual que la basura y el dolor por lo perdido, Igual que los temores y los enemigos.
Tronchado el hilo de Ariadna,
Se extiende infinito frente él un laberinto
De eternos muros desiertos,
Ausente de caricias, privado de besos,
Este hombre sueña despierto, vaga mudo.
La invisibilidad relativa
Les paso la mano con la mirada,
Los sostengo con ella,
¿Les doy luz?
No. Al oscuro los veo igual.
Les paso la mirada como la mano a las moscas,
Y son bichos como moscas, que vuelven,
Como moscas a la miel,
Entonces aparto la mirada.
Desde la mano, hendida en moscas,
Cierro el pacto con un apretón
¿Estamos de acuerdo señor?
¿Este señor no percibe los insectos,
O los insectos le agradan al señor?
Queda, claro, a mis ojos enfocar
Y abrillantar bichos
Entre el iris y mi cara
Carente, carnívora.
¡Saco los bichos a la vereda!
¡A la vista de los vecinos!
Los saludo. Bichos aplastados,
De este lado.
No me miran. Los saludo.
Hago una reverencia
Gano una indiferencia.
¿No me ven? Los saludo.
Bichos muertos,
Corazones desiertos.
A ver, a ver,
¿Qué tienen mis bichos arriba de las mejillas?
_ (con palmas) ¡La frente!
¿Qué tienen mis bichos entre la frente y las mejillas?
_ (zapateo) ¡La nariz!
¿Y a ambos lados?
_ (zarandeo) ¡Un par de orejas membranosas!
Voy a golpearlos en la frente
Para que respinguen la nariz,
Respondan mi saludo
Y aparten con sus orejas
Mis moscas.
Entrepiso 3
Todo lo que temo
Lo llevas en tu cara.
Aves en la cornisa
Gorriones asustados por la tormenta
Volando bajo, mala noche de sueños,
Aterrados por el recuerdo de mañana,
Volando livianos, sueñan pesadillas.
Es lucha de titanes
Este atardecer en Buenos Aires,
Gigantes armados de todos sus miedos
Resisten el negro olvido del ocaso.
En esta vereda el Verano
Lanza su aliento más luminoso,
Asfixia con su lengua al
Ojeroso Otoño que resopla.
Entre ambos la Niebla blanca, radiante,
Cegada por el último aliento de su padre,
Brilla recién salida de las aguas de plata,
Llena de crujidos el aire.
Todo es ocre, el Titán de fuego
Entregó la Niebla a la lascivia
Del viento, para unírsele y salvarse,
Pero otro mueve las piezas del juego,
Ni siquiera aquél triunfador al que
Los últimos fuegos de marzo se enfrentan.
Los Titanes no saben combinar colores,
No triunfan ni son vencidos.
En Marzo nacen, de la niebla y el viento,
Todas las lluvias para matar al verano.
Del bello incesto del viento y la lluvia,
Surgen las hojas muertas
Que se adhieren a las pisadas.
Marzo, en Buenos Aires, le da al filo
Triunfo sobre el fuego
Para que el viento
Traicione a la niebla.
Gorriones asustados por la tormenta
Permanecen ocultos en sus nidos,
Dormidos en la pesadilla, tratando de no soñar.
Sufren la lucha
Buscando en el final
Que la calma se arrime con el olvido.
Buenos aires duerme la muerte,
Descansa la cabeza en la noche
Del titán que queda en pié,
Y se consuela con durar.
Nosotros, gorriones en vuelo todavía,
Soñamos para no dormirnos,
Le tememos al silencio
Cuando pasa la tormenta.
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