Lo que escribo, con algunas fotos (o algo así)

jueves, 12 de marzo de 2009

De "Insomnios miserables" 6

La hebra en el laberinto vagabundo.

 

El viento helado en el pecho,

Nubes negras en la cabeza,

Tieso, parece sostener con la mirada

Una pincelada gris del cielo

E infinitos monstruos de concreto.

 

      No hay ciudad que nos salve del rayo

 Ni gentío que  libere de la infinita llanura desierta

      Cuando cae la tarde, cuando se forma la tormenta.

 

Es una línea oscura, o la ausencia de su voz,

Entre las líneas, o en la voz, de la lluvia

Que pisa desparejas veredas rotas,

Moja a niños, a perros sueltos,

A este  montón de trapos sucios, de pelo revuelto.

                         

Sólo el hombre sabe de la soledad

           Se aflige por ella, la busca y la desprecia

         Como un amante infiel pendiente de su felicidad.

 

Este  bulto que entorpece el paso,

Y que huele mal, como maldice la señora bien,

Es un rumor de  sangre que se queja

Y se baña de lluvia en la tarde de bocinazos,

De zapatos mojados que se apuran a cruzar.

                  

                    El brillo de la última luz de la tarde,

                   O el consuelo del sol, roza inútil

                  La cara partida, la piel reseca.

 

Esta cara desconocida es un rostro sin dientes

Y con la mirada perdida, evocación de malos sueños,

Tristes, eternas pesadillas para débiles,

Urdidas por los que indiferentes cruzan la Avenida Alvear

Arremolinados en rumbos limpios.

 

Lo veo, lo dejo atrás, creo que no está,

Igual que la basura y el dolor por lo perdido,                                                           Igual que los temores y los enemigos.

 

Tronchado el hilo de Ariadna,

Se extiende infinito frente él un laberinto

De eternos muros desiertos,

Ausente de caricias, privado de besos,

Este hombre sueña despierto, vaga mudo.

 

 

La invisibilidad relativa

 

Les paso la mano con la mirada,

Los sostengo con ella,

¿Les doy luz?

No. Al oscuro los veo igual.

 

Les paso la mirada como la mano a las moscas,

Y son bichos como moscas, que vuelven,

Como moscas a la miel,

Entonces aparto la mirada.

 

Desde la mano, hendida en moscas,

Cierro el pacto con un apretón

¿Estamos de acuerdo señor?

¿Este señor no percibe los insectos,

                     O los insectos le agradan al señor?

 

Queda, claro, a mis ojos enfocar

Y abrillantar bichos

Entre el iris y mi cara

Carente, carnívora.

 

¡Saco los bichos a la vereda!

¡A la vista de los vecinos!

Los saludo. Bichos aplastados,

                              De este lado.

 

No me miran. Los saludo.

                      Hago una reverencia

                      Gano una indiferencia.

¿No me ven? Los saludo.

Bichos muertos,

               Corazones desiertos.

 

A ver, a ver,

¿Qué tienen mis bichos arriba de las mejillas?

_ (con palmas) ¡La frente!

¿Qué tienen mis bichos entre la frente y las mejillas?

_ (zapateo) ¡La nariz!

¿Y a ambos lados?

_ (zarandeo) ¡Un par de orejas membranosas!

 

Voy a golpearlos en la frente

Para que respinguen la nariz,

Respondan mi saludo

Y aparten con sus orejas

                         Mis moscas.

 

 

 

Entrepiso 3

Todo lo que temo

Lo llevas en tu cara.

 

 

Aves en la cornisa

 

Gorriones asustados por la tormenta

Volando bajo, mala noche de sueños,

Aterrados por el recuerdo de mañana,

Volando livianos, sueñan pesadillas.

 

Es lucha de titanes

Este atardecer en Buenos Aires,

Gigantes armados de todos sus miedos

Resisten el negro olvido del ocaso.

 

En esta vereda el Verano

Lanza su aliento más luminoso,

Asfixia con su lengua al

Ojeroso Otoño que resopla.

 

Entre ambos la Niebla blanca, radiante,

Cegada por el último aliento de su padre,

Brilla recién salida de las aguas de plata,

Llena de crujidos el aire.

 

Todo es ocre, el Titán de fuego

Entregó la Niebla a la lascivia

Del viento, para unírsele y salvarse,

 

Pero otro mueve las piezas del juego,

Ni siquiera aquél triunfador al que

Los últimos fuegos de marzo se enfrentan.

 

Los Titanes no saben combinar colores,

No triunfan ni son vencidos.

En Marzo nacen, de la niebla y el viento,

Todas las lluvias para matar al verano.

 

Del bello incesto del viento y la lluvia,

Surgen las hojas muertas

Que se adhieren a las pisadas.

 

Marzo, en Buenos Aires, le da al filo

Triunfo sobre el fuego

Para que el viento

Traicione a la niebla.

 

Gorriones asustados por la tormenta

Permanecen ocultos en sus nidos,

Dormidos en la pesadilla, tratando de no soñar.

 

Sufren la lucha

Buscando en el final

Que la calma se arrime con el olvido.

 

Buenos aires duerme la muerte,

Descansa la cabeza en la noche

Del titán que queda en pié,

Y se consuela con durar.

 

Nosotros, gorriones en vuelo todavía,

Soñamos para no dormirnos,

Le tememos al silencio

Cuando pasa la tormenta.

 

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